Quisieron quitarnos nuestra identidad, despojándonos de nuestras tierras, nuestros recursos, pero no pudieron. Por lo contrario, conservamos nuestro idioma, nuestras costumbres, sin perder el sentido de nuestras raíces, teniendo presente quienes somos.
Más de cinco siglos han transcurrido desde que el invasor pisó por primera vez nuestras tierras, mismo periodo de tiempo en que los pueblos indígenas del Abya Yala venimos lidiando con la vulneración de nuestros derechos colectivos e individuales.
Seguimos resistiendo ante el silencio cómplice de muchos Estados que, en muchos casos, se niegan a ratificar instrumentos internacionales que amparan nuestros derechos, como el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de las Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos indígenas. Menos interés tienen en ratificar el acuerdo de Escazú, que desde diversas instancias exigimos que se suscriba.
A esos Estados les exigimos que respeten nuestros protocolos propios, sobre consentimiento libre, previo e informado y reconocerlos como mecanismo jurídico de autodeterminación.
Les demandamos, también, que adopten medidas adecuadas para proteger a los defensores indígenas, ambientales y de Derechos Humanos.
Esperamos que se cumpla con atender la deuda histórica que se tiene con los pueblos indígenas del Abya Yala y que los territorios ancestrales que ocupan desde tiempos inmemorables sean saneados jurídicamente.
Nuestros territorios deben ser protegidos al amparo de los instrumentos y estándares internacionales. Debe tomarse especial atención al despojo de nuestras tierras bajo el pretexto de la creación de zonas de reserva, que luego son entregadas a grupos privados que nos prohíben el ingreso a nuestros lugares sagrados.
En ese mismo sentido, invocamos a los Estados y las instancias internacionales que velan por la propiedad intelectual que se tomen las medidas necesarias para evitar que terceros pretendan apropiarse de nuestros conocimientos y saberes.
Seguimos de pie, luchando por el respeto de nuestra autonomía y el derecho a la libre determinación de los pueblos indígenas, exigiendo el reconocimiento de los protocolos propios de consulta y consentimiento previo, libre e informado.
Continuaremos fortaleciendo nuestros propios gobiernos y la aplicación de nuestro derecho propio; garantizando la participación de mujeres, jóvenes y los mayores, para asegurar la supervivencia de nuestros pueblos y el ejercicio de nuestros derechos con una visión intergeneracional.
Nuestra defensa de la Madre Tierra, nuestra Pachamama, nuestra Ñuke Mapu, es la defensa de la vida, la vida de los pueblos indígenas y de toda la humanidad.
Seguimos resistiendo.
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